martes, 2 de septiembre de 2008

La Promoción


Esta película refleja una realidad que muchos empleados experimentan en sus deseos más íntimos como seres aspiracionales que siempre quieren estar más arriba con un mejor trabajo, automóvil o casa. Este desequilibrio puede llevar a los seres humanos a experimentar la frustración perdiendo el verdadero sentido de la vida, que es disfrutar haciendo lo que les gusta. Esta cinta dirigida por el guionista de “En busca de la felicidad”, ese “dramón” protagonizado por Will Smith que es abandonado por sus esposa y cesante debe mantener a su hijo a duras penas, vuelve con esta otra mirada sin dejar el tema del exitismo de lado pero en tono de comedia mostrando la realidad de los empleados, las numerosas leyes y códigos para ascender dentro de una empresa lo que genera un stress adicional con el objeto de servir y ser reconocidos.
La trama de esta cinta se centra en dos empleados de un conocido supermercado de Chicago que compiten por un nuevo puesto superior en la compañía que pronto abrirá en una sucursal mejorada. Doug (Seann William Scott) cree tener el puesto asegurado pero pronto le llegará competencia de Richard ( John C Reilly) un nuevo empleado de similares características que perfectamente podría pelear el puesto donde no valdrán solamente las habilidades profesionales sino que además tendrán que pasar por alto muchas reglas éticas para conseguir su objetivo. La película no cae en el chiste fácil haciendo acento en este trasfondo que genera el consumismo exagerado y las ansias de poder a cualquier precio. El afiche promocional de la cinta dice “dos hombres, un trabajo y sin reglas”, resume muy bien lo que verán los espectadores en esta cinta digna de ver, posee esa segunda lectura crítica del sistema donde no todos se alinean con los objetivos de las corporaciones, otros viven en ella por necesidad pero con sus propias reglas, como el empleado obeso que en ciertas secuencias se ve comiendo cosas en los pasillos o simplemente perfumándose con los mismos productos que allí se venden, representando quizás el descaro ante un sistema que pretende ser perfecto pero que dista mucho de serlo.

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